martes, 10 de agosto de 2010

9.- El miembro grande de García. ¿Ya se murió García?


Por: Hehlvehr Gohn

Enermundo García Ipaizicu era un hombrón que vivía cerca de los muelles en el puerto de Barcelona.  Trabajaba de estibador y tenía entre sus bien dotado físico de tremendo garrote, que lo hacía tener mucha popularidad entre las chicas del barrio.

Pero, como sabemos todos, el abuso nunca será buen consejero, así es que un buen día empezó a resentir el uso desmedido de sus dotes y desfalleció.  Lo tuvieron que llevar urgentemente en ambulancia a la clínica del doctor Tiburcio Santos Mata.  Ya ahí, el doctor, por más que hizo, no pudo evitar que se le fuera al otro mundo.  Pero resulta que cundo Enermundo estiró la pata se le quedó el garrote bien parado, y era de tal tamaño que causaba verdadera admiración y expectación, tanto que las enfermeras, y hasta las pacientes recluidas en la clínica, hacían cola para admirarlo. 

Pero todo tiene su hasta aquí, había que sepultar al difunto, pero, a instancias insistentes de la jefa de enfermeras, el doctor Tiburcio Mata Santos ordenó que se lo cortaran de raíz y lo pusieran en un frasco especial con alcohol y conservadores, y se colocara el frasco en la vitrina de especímenes raros e importantes.  Y así se hizo, donde manda capitán no gobierna marinero.

Pasó cierto tiempo, el acontecimiento, que causó revuelo en su momento, paso, como todo, al olvido.  Pero un buen día, llegó a visitar al doctor Tiburcio un grupo de damas muy emperifolladas, encabezadas por la esposa del doctor Tiburcio Santos Mata, como este estaba ocupado atendiendo una operación delicada, le dijo a su enfermera que las pasara, mientras tanto él terminaba, a la sala particular de espera, la cual estaba adyacente al salón donde estaban las vitrinas de especímenes raros e importantes.  La esposa del doctor, paseando por la sala de espera, entró al susodicho salón.  Caminó viendo con detenimiento los diversos especímenes ahí guardados y de repente fijo con mucha atención la vista en el frasco donde se encontraba el garrote de Enermundo García ipaizicu, pero no tenía letrero alguno.  En eso estaba cuando de repente entra el doctor Tiburcio Santos Mata, su marido, y después de saludar a todas las damas, se dirigió a su esposa, quien le dio un cariñoso ósculo y sin más le espetó la pregunta: ¿Qué ya se murió Enermundo?

Lo cual quedó como prueba de que Enermundo García Ipaizicu era muy conocido, no sólo por las chicas del barrio, sino también por las damas de la ciudad.

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