sábado, 23 de agosto de 2008

Las bondades de la publicidad

Por: Chou Pham Hela


Cuando Pepito cursaba el primer año de secundaria, tenía una maestra de muy buen ver, la que obviamente traía a todos sus compañeros varones como se dice coloquialmente: “arrastrando la cobija”.
Pues bien, una mañana al entrar al salón de clases, para iniciar las labores cotidianas, en el pizarrón estaba escrito: “Pepito tiene el pene muy grande”. Obviamente todos se sorprendieron, desde luego que principalmente las mujeres. Llegó la maestra, vio la leyenda escrita, sin externar ningún comentario la borró e inició su clase.
Así transcurrió la mañana, todo aparentemente normal. Los alumnos, mujeres y varones, se preguntaban por qué la maestra no mostró ninguna reacción especial, sobre todo de enojo. Pero al terminar las labores del día, al escucharse la campana de salida, la maestra, muy seria y sin hacer ningún aspaviento especial, los despidió pero ordenó a Pepito que se quedara.
Obviamente todos lo demás alumnos pensaron que le iba a ir muy mal a Pepito, y que no sería nada raro que hasta lo expulsaran sin miramientos, independientemente de que el curso estaba por concluir. Y así se fueron todos a sus respectivas casas.
A la mañana siguiente, como era natural, todos se apresuraron para llegar a la escuela, iban ansiosos por saber que había pasado. Sonó la campana para entrar a clase, y cuál fue la sorpresa de todos al ver a Pepito entrar como si nada hubiera pasado. Pero mayor fue la sorpresa de todos cuando vieron que en el pizarrón estaba escrito: “CONVIENE ANUNCIARSE”.

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